Familias: Compartimos con ustedes un cuento, producido por la Dirección Provincial de Educación Inicial.
Es una propuesta para iniciar a los/as niños/as en el conocimiento de nuestra historia a través de un relato.
"Anochecer de un día agitado"
Hace muchos años, había una nena que se llamaba Eugenia. Vivía con
sus papás, su hermano, sus tíos y sus primas en una casa muy grande. Y en esa
casa tan grande vivían también muchos sirvientes que hacían todas las tareas de
la casa. Una de ellas era Clementina, una negra muy gorda que cuidaba a
Eugenia. Ella la quería más que a nadie y le decía Cleme. ¡Cómo le gustaba a
Eugenia la comida que Cleme le preparaba! Y más que nada, ¡cómo le gustaban las
historias que Cleme le contaba! Sobre todo cuando la hacía reír con sus cuentos
y su forma de contarlos
Pero el día de esta historia, Eugenia no se reía. Estaba
preocupada y un poco triste. Todo el día había visto que pasaban cosas raras.
Su padres y su tío estaban nerviosos o enojados. Parecía que se peleaban. Eugenia
no sabía muy bien. Pero nadie quería contarle qué estaba pasando y la sacaron
del medio cuando se quiso acercar a preguntar. Por la calle había mucho barullo
también pasaba gente gritando y hasta parecía que sonaban tiros. Eugenia se
había puesto a llorar del susto. “¿Qué está pasando?” preguntaba. Cleme la
llevó a la cocina, le dio un jarrito de mazamorra y le dijo:
-No llore más, Su Merced. Pórtese bien y quédese calladita. Que si
se porta bien, ya después y en secreto le via a contar qué pasó.
Por eso Eugenia esperó con ansiedad que llegara la noche,
para que Cleme, su negra querida, le contara qué estaba pasando.
Esa noche, mientras Eugenia se zambullía en las sábanas heladas de
su cama, preguntó a Clementina:
- Clementina, contáme. ¿Por qué pelean todos hoy?
-Ay, niña Eugenia, que es muy tarde.
-Contáme, Clemetina. Me prometiste. Hasta que no me cuentes, no me
voy a dormir.
-¡Mire que es caprichosa, mi niña! Le cuento rapidito y después se
me duerme.
-Prometido.
-Pasa que hoy, después de una semana movida como un candombe,
sacaron al virrey del gobierno y lo cambiaron por una Junta.
-¿Un virrey? ¿Qué es un virrey, Clementina?
-¡Ay niña! ¡Si cada cosa que sale de mi negra boca usté va a
preguntar! Espere que ya vamo’ a llegar a esa parte. Le decía que hoy, 25 de
mayo, cambió el gobierno. De tener gobernantes españoles pasamos a tener
gobernantes de acá, nacidos en esta tierra, criollos, como se dice.
-¡Como yo!
-Como usté’, como su hermano, como su padre. Pero no como su madre
ni como su tío Eusebio, que por ese lado de la familia son todos españoles.
-¿No me traerías un jarrito de mazamorra, Clementina? ¡Tengo un
hambre!
-No, mi niña, ya comió demasiado! Ahorita que le termino de
contar, le traigo un dulcecito pa’ engañar el estómago. Le decía, entonces, que
hoy, 25 de mayo, los criollos se hicieron cargo del gobierno y dejaron afuera a
los españoles. ¡Así que se imagina cómo están los españoles!
-¡Me imagino cómo está el tío Eusebio, que es español! ¿Y Papá?
¿Qué hizo Papá?
-¡Ahí está el asunto! El amo es uno de los que fue hoy al Cabildo,
a votar pa’ que el virrey se fuera. Y el
tío Eusebio, a votar pa’ que se quedara. Y ganaron los que lo querían sacar.
Cuando volvieron a la casa, pa’ el amo era un día de fiesta y pa’ el otro, un
velorio. Y ahora, a la noche, la Junta de Gobierno dio orden de prender toditos
lo’ farole’ del Cabildo y de la ciudad. ¡Pa’ que se note la fiesta! ¿Entiende,
mi niña? Así que mandaron encender todas las velas. Pero como llueve y se
apagan los candiles, dijeron que había que prender las velas de todas las casas
y que abran los postigones pa’ que la luz de adentro ilumine las calles.
-¿Y el tío Eusebio aceptó?
-No, qué va a aceptar. ¡Ahí se armó! Al amo meta abrir las
ventanas y su tío meta cerrarlas. Y así están peleando: uno que abre y el otro
que cierra. Su tío Eusebio que dice “Gastar en velas porque unos atropellados
sacaron de su puesto al virrey” “¿Quién va a pagar todo lo que estuvieron
gastando esta semana, eh?” Y grita como un loco.
-¿Y mi Papá qué dice?
-El amo no aguantó más y hace un rato le pegó un trompis al tío
Eusebio. Y siguieron peleando hasta que le partió un paraguas por la cabeza al
tío Eusebio.
-¡¿En serio?!
-¡Que me caiga muerta ahorita mismo si le miento! Y no tiene que
decir que le anduve contando. Tiene que ser un secreto.
-¿Por?
-Porque no son cosas que tienen que saber los chicos. Y que si le
cuento es porque le prometí para que no siguiera llorando.
-¡Contame más cosas, Clementina!
-A estas horas, esta negra vieja lo que precisa es un buen
descanso. Y usté’ también, mi niña.
-¡Una, una solita!
-Ni media. Si se me está
cayendo de sueño. Ademá’por estar contando estas cosas, todavía no acosté al
angelito de su hermano. ¡Diga que es un santo el pobrecito! ¡Ande, a dormir se
ha dicho!
-Está bien, pero otro día me contás, ¿sí?
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